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La maldición de Hill House

HillHouse.Portada.

La maldición de Hill House es una de las obras cumbres, y también más influyentes, del subgénero de casas encantadas, además de la novela de Shirley Jackson más conocida por el gran público. La historia se centra en la investigación de un caserón supuestamente encantado, Hill House, por parte del doctor Montague, filósofo y especialista en el estudio de fenómenos paranormales. Para ello, se encerrará en la casa junto a Luke, sobrino y heredero de la actual dueña de la mansión, además de con dos mujeres que tienen dones paranormales y cierta capacidad para atraer fenómenos extraños (Theodora y Nell).

 

A lo largo de toda la trama, pese a lo limitado del escenario y el plantel de personajes secundarios, Jackson atrapa al lector y lo sumerge en un viaje por la locura de la vivienda. Lo hace mediante un estilo aparentemente sencillo (que no simple), que huye siempre de lo grandilocuente y ampuloso. Esta huida del barroquismo se perfila como un gran acierto por por parte de la escritora, pues, al estar la novela narrada desde el punto de vista de Nell (una mujer a la que los avatares de la vida no le han permitido obtener una gran formación académica) añade fuerza y verismo al desarrollo.

 

Autora acostumbrada a narrar siempre sus historias desde un punto de vista subjetivo, sea a través de la narración en primera persona o mediante el uso de la tercera subjetiva, Jackson alcanza aquí su mayor cota de maestría en lo que al manejo del monólogo interior se refiere. Mientras leemos, salvo en el prólogo y el epílogo contados por un narrador omnisciente, siempre tenemos que claro que estamos viendo las cosas desde la perspectiva de Nell, personaje de psicología compleja e inestable.

 

Esto se traduce ya no solo en las actitudes cambiantes de la joven hacia algunos personajes, especialmente el de Theodora, sino también en cómo nos va mostrando a estos, en cómo interpreta Nell sus actitudes y sus gestos en función sus propios prejuicios y paranoias. Gracias a este monólogo interior vamos contemplando también cómo la casa va afectando poco a poco a Eleanor, aunque esta se esfuerce en negarlo, generando en nuestro interior una inquietud mayor que se experimentaría si la historia estuviese narrada desde una forma más objetiva.

 

La subjetividad de la narración permite a la autora jugar también con la ambigüedad en lo referente al misterio de Hill House. Los acontecimientos sobrenaturales pueden ocurrir solo en la cabeza de Nell o tener algún tipo de explicación racional, Hill House puede ser una casa habitada por entidades sobrenaturales o, incluso, muchos de los acontecimientos podrían ser fenómenos poltergeist provocados por la propia Eleanor, influenciada por la atmósfera y las energías de la vivienda. Cada lector encontrará detalles o pistas que refuercen una u otra teoría según su perspectiva e, incluso, una misma persona puede ver el misterio desde ópticas diferentes en cada relectura.

 

La maestría de Jackson a la hora de retratar personajes o sus sentimientos, se plasma también a través de los diálogos. Por un lado la forma que cada personaje tiene de hablar resulta de acorde con su personalidad y formación. El Doctor Montague, en los momentos que ha de explicar la historia de la casa, lo hace como lo haría un profesor impartiendo la lección, y esa es su profesión; en Luke se percibe esa superficial simpatía de quienes están acostumbrados a aprovecharse el buen corazón de terceros; en el tono despreocupado o el humor cruel de Theo se traslucen sus propias inseguridades, los secretos no desvelados.

 

Y no nos olvidemos de ese secundario que es la señora Dudley, guardesa y cocinera de la Hill House, quien solo acude a la casa durante el día. Gracias a esa forma robótica que tiene de hablar, el lector puede escuchar el tono monótono de su voz cuando lee sus diálogos.

 

Por otro, Jackson usa los diálogos para marcarnos cuándo los personajes están en estado de tensión, no siempre generado por los fenómenos de la casa. Lo hace no recurriendo a los típicos y tópicos «tengo miedo», «no entres ahí» de película de terror ramplona sino a algo más realista: esos diálogos absurdos que somos capaces de entablar los humanos cuando queremos demostrar estar tranquilos y deseamos descargar tensión a través de la «risoterapia».

 

La novela no está exenta de cierto grado de humor. Desde el más sencillo como los diálogos antes mencionados, al más negro, personificado por las reacciones que causa la siniestra señora Dudley, en sus pobres invitados, o ya en la recta final, la señora Montague. Es esta una mujer amante de lo esotérico, un tanto alocada, cuya presencia alterará de modo determinante la convivencia de los cuatro protagonistas de las historia. Estas pinceladas ligeras no entorpecen nunca del desarrollo de la trama ni se convierten en un borrón dentro de la misma, sino que se integran con naturalidad en la narración.

 

En resumen, una estancia entre las paredes de Hill House es una experiencia de la que disfrutarán los amantes de la literatura de terror. Se recomienda llevar brújula, barritas energéticas y una cantimplora, algunos huéspedes tienden a desorientarse en sus laberínticos pasillos.

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